EL PUNTO NEMO
Por Alfredo Martínez
15 de diciembre de 2022
amartinez@faa.mil.ar
A aproximadamente 5 500 km al este de la costa de Nueva Zelanda y a más de 3 700 km al norte del continente antártico, sobre el Océano Pacífico, se encuentra lo que los científicos denominan Punto Nemo, la zona más alejada de toda civilización y/o tierra firme en aguas oceánicas. Es en esta zona, también conocida como Polo Oceánico de Inaccesibilidad o Zona Deshabitada del Océano Pacífico Sur, donde “descansan” los restos de las naves espaciales que son precipitadas a la tierra como parte de su destino final.
El Punto Nemo —llamado así por el capitán Nemo, antagonista del libro de Julio Verne, “20 000 leguas de viaje submarino”— ubicado aproximadamente a los 48° 52.6′ de latitud Sur y 123° 23.6′ de longitud Oeste, es un punto geográfico del globo terrestre donde hacen contacto con la Tierra todos los fragmentos de lo que fueron estaciones espaciales, satélites y/o basura espacial fuera de servicio. Estos desechos son dirigidos hacia esta zona como parte del proceso de reingreso a nuestro planeta de las naves galácticas cuando finaliza su vida útil.
Este punto está tan alejado de cualquier civilización que los humanos más cercanos a esta zona son los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional cuando, en su recorrido por la órbita terrestre, se encuentran a tan solo 420 km de la Tierra.
Desde la década de los años 70, todos los países que navegan por el espacio exterior han depositado su basura allí. La NASA en 1979 y Rusia en 2001 descartaron en este punto sus estaciones espaciales, y otros países como India, China y Japón hicieron lo propio con sus satélites artificiales. Más de 260 naves espaciales fueron arrojadas allí desde hace 50 años y seguramente lo hará también la Estación Espacial Internacional de la NASA que tiene previsto estrellar en ese lugar en unos 7 u 8 años.
Los científicos analizan, desde hace algún tiempo, el impacto que estos desechos provenientes del espacio exterior tienen sobre las aguas y la vida submarina. La posible radiación cósmica que arrastran estos desechos, sumado a los restos metálicos y plásticos provenientes de la desintegración de los artefactos, está siendo analizada, aunque aún no hay informes exhaustivos al respecto. Si bien no hay mucha legislación sobre este tema en particular, máxime teniendo en cuenta que la zona de este cementerio está fuera de la jurisdicción de cualquier estado, hay algunos acuerdos para que, en el caso de una reentrada de desechos satelitales, sea notificado a las agencias de seguridad aérea internacionales.
Los operadores comerciales, tanto aéreos como marítimos, también deben notificar a las autoridades de control de vuelo y navegación —normalmente en Chile, Nueva Zelanda y Tahití— sobre la ubicación, el calendario y las dimensiones de las zonas de desprendimiento de desechos, debido a que alrededor de dos vuelos diarios y varias embarcaciones atraviesan esta zona durante el año.
En 2021, la NASA criticó a China por no cumplir las “normas de responsabilidad” después del ingreso descontrolado de la estación espacial Changzheng 5 que se precipitó sin control en el Océano Índico, cerca de las islas Maldivas, el 8 de mayo de ese año. La nave espacial, de unos 33 metros de altura y casi 18 toneladas de peso, había sido puesta en órbita unos días antes como parte de una nueva estación espacial de ese país. Una vez que el cohete agotó su combustible, se lanzó sin control por el espacio exterior hasta que la gravedad terrestre lo arrastró hacia nuestro planeta y se estrelló en aguas oceánicas, poniendo en peligro la vida humana circundante.
Aunque gran cantidad de basura espacial (objetos de acero inoxidable, titanio o aluminio que no serían tóxicos) reingresa a la atmósfera terrestre a diario, la mayor parte pasa desapercibida dado que se quema en el aire antes de tocar suelo terrestre.
La región alrededor del Punto Nemo es conocida como el Giro del Pacífico Sur, y algunas investigaciones sobre la diversidad biológica de esa parte del océano argumentan que no es especialmente diversa debido a que hay poca cantidad de alimento o sus aguas no son ricas en nutrientes. Según afirman, estos fragmentos no flotan y se hunden en el lecho oceánico, lo cual no supone ningún peligro para el tráfico marítimo. Por su parte, algunos combustibles utilizados por los cohetes sí son tóxicos, pero no representarían un peligro puesto que estos se queman durante el reingreso a la atmósfera terrestre.
Los científicos están trabajando en el denominado “diseño para la desaparición”, que reemplazaría estos objetos metálicos por materiales que se fundirían en el proceso de reentrada.