Hallazgo de residuos espaciales en Santa Fe

El sábado 10 de mayo, trabajadores rurales de las localidades santafesinas de Armstrong y Cañada de Gómez se comunicaron con los medios para reportar la presencia de tres cilindros de aluminio, encontrados en el campo, al que se sumó un cuarto, hallado el lunes siguiente. Desde el principio, se sospechó que se trataba de residuos espaciales, presumiblemente caídos a fines de abril.

La pesquisa en curso está a cargo del Centro de Investigación Aeroespacial (CIAE), organismo que pertenece a la Dirección General de Investigación y Desarrollo de la Fuerza Aérea Argentina, cuya misión es organizar, coordinar y ejecutar la investigación de todos los elementos y actividades de origen aeroespacial; identificar sus causas; y difundir las conclusiones a los organismos pertinentes que las requieran.

El descubrimiento llegó a oídos del comodoro (R) Rubén Lianza, director del centro, quien viajó personalmente al lugar del hecho. “Nos enteramos a través de la periodista Mónica Soria, del medio Región Litoral. Inmediatamente me puse en contacto con ella y con el intendente de Armstrong, Guillermo Luzzi, quien nos recibió aquel sábado por la noche, junto con Germán Cechi y Sergio Sosa, jefe del Cuerpo de Bomberos local y responsable de Residuos Peligrosos, respectivamente”, relata Lianza, en diálogo con aeroespacio. Asimismo, el oficial resaltó la importancia de seguir el protocolo previsto para estos casos, que incluye estrictas medidas de seguridad, herramientas específicas y trajes especiales, que son parte de su equipo de trabajo.

Durante toda la jornada del domingo 11, una dotación del cuartel de Bomberos Voluntarios de las ciudades afectadas lo acompañó hasta la zona rural para evaluar los objetos. Según un informe preliminar al que tuvo acceso aeroespacio,en total, se recuperaron cuatro cilindros de alta presión, de aluminio, recubiertos de fibra de carbono y con capacidad aproximada de 20 litros, hallados a una distancia aproximada de 500 metros uno del otro, en un “corredor” de 19,5 kilómetros de largo por 80 metros de ancho. Dos de ellos fueron atrapados dentro de máquinas cosechadoras, que sufrieron graves daños; otro cayó en medio de un potrero destinado a la alimentación de animales, mientras que el cuarto apareció en la intersección de una ruta y una autopista, y quedó en poder del Cuerpo de Bomberos. Según refiere Lianza, “tres de los objetos forman una línea perfecta, que ya nos proporciona un dato clave para la investigación: la inclinación orbital del vehículo. Es la tercera vez que trabajamos sobre objetos caídos del cielo en la Fuerza Aérea, y la primera vez para el CIAE”.

El peligro que encierra tanto la caída como la manipulación de los desechos espaciales va desde perjuicios económicos hasta consecuencias para la salud de quienes los encuentran. “Existen gases tóxicos que, muchas veces, están en el interior de estas cápsulas y pasan desapercibidos, como la hidracina, que tiene la desventaja de ser inodora e incolora y si, por ejemplo, se escapa en el interior de un auto sin ventilación, puede causar convulsiones en pocos minutos”, explica Lianza.

Sin embargo, el riesgo mayor es la presencia de radioactividad: “El posible reingreso de chatarra espacial radioactiva es un peligro real; es un tema delicado y difícil de manejar porque justamente falta una mayor difusión al respecto en los medios de comunicación”, advierte.

Al trabajo de campo le sigue un exhaustivo trabajo de gabinete, que, generalmente, se extiende durante más de un mes. El objetivo central es averiguar la procedencia del objeto, para lo que se somete a diferentes análisis:  uno metalúrgico; otro de contenido residual y, finalmente, el de revestimiento. No obstante, se conformó que se trata de residuos espaciales y que no presentan toxicidad por emisión de gases, ni peligro radiológico.

En paralelo, los especialistas del CIAE llevan adelante el estudio de las órbitas, mediante el uso de plataformas como Google Earth y programas como Orbitron y Stellarium, entre otros que se utilizan a nivel mundial. La investigación continuará de manera conjunta con el Comando Conjunto Aeroespacial (COCAES), organismo dependiente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, a los fines de determinar su procedencia. Las conclusiones finales formarán parte del informe central que se publica, anualmente, en el sitio web de la institución. Para resumir la importancia de este hallazgo y de la investigación posterior, Rubén Lianza asegura: “Para el CIAE, es el primer trabajo de campo de caracterización y recolección de chatarra espacial nueva. Es interesante por el aprendizaje que adquirimos al trabajar in situ con este material. Nos gustan los desafíos”.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio