El 29 de junio de 1961, la Universidad Johns Hopkins y el Laboratorio de Física Aplicada lanzaron el satélite de navegación Transit IV-A para la Marina de los Estados Unidos. Este satélite marcó un hito en la exploración espacial al convertirse en la primera misión impulsada por energía nuclear. Su generador de radioisótopos SNAP-3B producía apenas 2,7 vatios de electricidad, suficiente para encender una pequeña bombilla LED. Sin embargo, ese modesto logro fue el primer paso hacia misiones más ambiciosas, capaces de operar durante largos periodos en condiciones extremas. Así, se abrió el camino para la exploración de cuerpos celestes oscuros y distantes, desde Júpiter hasta Plutón.
Desde entonces, la NASA ha lanzado más de 25 misiones espaciales equipadas con sistemas de energía nuclear, en colaboración con el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE). Esta alianza ha sido clave para suministrar la tecnología de generación de potencia y el plutonio-238, ambos elementos esenciales para las misiones en el espacio profundo. Según Alan Stern, investigador principal de la misión New Horizons, no existe otra tecnología que pueda sostener misiones a grandes distancias del Sol. A medida que los exploradores se adentran en regiones más oscuras y polvorientas, como las lunas de Saturno o los confines del sistema solar, la energía del Sol se vuelve insuficiente. En estas condiciones extremas, los Sistemas de Potencia por Radioisótopos (RPS, por sus siglas en inglés) son indispensables, ya que convierten en electricidad el calor generado por la descomposición del plutonio-238.
Los RPS han demostrado ser notablemente fiables y eficientes. Según June Zakrajsek, directora del programa de RPS en el Centro de Investigación Glenn de la NASA, estos sistemas operan de manera independiente con respecto a la luz solar, la temperatura, la radiación o las condiciones adversas de la superficie, como el polvo o las nubes densas. Gracias a esta tecnología, la NASA ha realizado misiones que exploran desde el Sol hasta los rincones más lejanos del sistema solar, zonas antes consideradas inaccesibles.
Actualmente, un Generador Termoeléctrico de Misión Múltiple (MMRTG) alimenta al Perseverance rover en Marte, mientras que otro RTG continúa abasteciendo a la nave New Horizons en su viaje hacia los límites del sistema solar, 15 años después de su lanzamiento. La misión Dragonfly, programada para lanzarse en 2028, también utilizará un MMRTG para explorar Titán, la luna de Saturno, y recolectar muestras de la superficie. Según Zibi Turtle, investigadora principal de Dragonfly, esta misión permitirá estudiar Titán a fondo, mientras que el calor residual del generador asegurará que sus instrumentos funcionen a la temperatura adecuada, incluso en el ambiente helado de esta luna.
La NASA también está desarrollando nuevos sistemas de propulsión y energía nuclear para apoyar una futura presencia humana en la Luna y Marte. Estos sistemas de energía por fisión, que utilizarán uranio de bajo enriquecimiento, podrían proporcionar un suministro continuo de energía para los astronautas en la Luna, especialmente durante las largas noches lunares y en las regiones oscuras del polo sur. Además, la NASA investiga sistemas de propulsión nuclear que podrían reducir, de manera significativa, el tiempo de viaje hacia Marte.
Con seis décadas de experiencia en el uso seguro de energía nuclear en el Espacio, la NASA se prepara para revolucionar nuestra comprensión del sistema solar y llevar a cabo misiones humanas de larga duración en entornos inexplorados. Lo que comenzó con el modesto satélite Transit IV-A ha evolucionado hasta abrir nuevos horizontes para la humanidad en la exploración del cosmos.
Fuente y fotos: NASA