
El avión espacial X-37B volvió a ser protagonista de una operación que mezcla rutina y misterio. La Fuerza Espacial de los Estados Unidos lanzó la octava misión del vehículo, identificada como OTV-8, a bordo de un cohete Falcon 9 Block 5, desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida. El vuelo, ejecutado en conjunto con la Oficina de Capacidades Rápidas de la Fuerza Aérea, marcó un nuevo hito en la historia de este programa: combina pruebas tecnológicas con objetivos estratégicos de carácter reservado.
El X-37B, construido por Boeing, es un avión espacial reutilizable, no tripulado, con diseño inspirado en el transbordador espacial de la NASA. Puede despegar verticalmente en la punta de un lanzador y aterrizar como un avión convencional en pistas preparadas, lo que lo convierte en un banco de pruebas flexible y versátil. Para esta misión, se integró un módulo de servicio desarrollado por Boeing, que amplía, de manera significativa, la capacidad de carga de experimentos y equipos a bordo.
Aunque gran parte de los detalles de la carga útil se mantienen clasificados, trascendió que el OTV-8 probará tecnologías de comunicación láser entre satélites, con la intención de avanzar en transmisiones más seguras y de mayor capacidad, además de ensayar un sensor cuántico de navegación inercial, diseñado para ofrecer autonomía de guiado incluso en entornos donde el GPS no está disponible. Se trata de un paso clave para validar tecnologías que podrían aplicarse tanto en satélites militares como en futuras misiones espaciales más ambiciosas.
La operación se enmarca en el contrato NSSL (National Security Space Launch) Fase 2, un programa del Departamento de Defensa que busca garantizar acceso confiable al espacio mediante proveedores como SpaceX y United Launch Alliance. El lanzamiento demuestra la capacidad de la Fuerza Espacial y de SpaceX de sostener un ritmo creciente de operaciones, con más misiones programadas en los próximos 12 meses que en cualquier año previo del programa.
La misión OTV-8 fue lanzada después del aterrizaje de la versión 7 en la Base Aérea Vandenberg, luego de mantenerse 434 días en órbita. En su historial, las misiones del X-37B mostraron muy buena resistencia: la más corta alcanzó 225 días y la más prolongada, la OTV-6, permaneció 909 días en el espacio. Estos registros no solo subrayan la robustez del vehículo, sino también su potencial como plataforma de ensayos a largo plazo.
El cohete Falcon 9 encargado de ponerlo en órbita completó con éxito su sexta reutilización, y regresó a tierra pocos minutos después del lanzamiento. El aterrizaje controlado de la primera etapa refuerza el rol central de la reutilización en la estrategia de SpaceX y en la reducción de costos operativos para misiones de defensa y seguridad.
Como en ocasiones anteriores, el secretismo alrededor de la misión alimenta las especulaciones sobre sus verdaderos objetivos. Desde 2010, el X-37B fue empleado para probar materiales resistentes en el espacio, desplegar pequeños satélites y ensayar técnicas de reentrada, siempre con objetivos militares y científicos. Esto reafirma el interés de Estados Unidos en mantener una posición de liderazgo en un entorno cada vez más disputado como la órbita terrestre baja, en un contexto de creciente competencia.
Fuente: U.S. Space Force, The Wall Street Journal / Foto: Defence Scoop, Apnews