En su constante impulso por transformar la exploración espacial, la agencia espacial internacional estadounidense dio a conocer sus planes para instalar un reactor nuclear de 100 kilovatios en la superficie lunar hacia el año 2030, en el marco del programa Fission Surface Power Project.
El anuncio fue realizado por el administrador interino del organismo, Sean Duffy, quien señaló que, además de tratarse de un movimiento geopolítico estratégico, la iniciativa busca garantizar una fuente constante y confiable de energía fuera de la Tierra, especialmente con miras a futuras misiones tripuladas al planeta Marte.

El proyecto forma parte de una ambiciosa estrategia para establecer una colonia lunar y aprovechar los recursos disponibles en el satélite natural, condición indispensable para que las misiones de larga duración puedan prosperar en un entorno tan hostil.
Uno de los principales desafíos que enfrenta la permanencia en la Luna es la duración de sus noches: una noche lunar equivale a, aproximadamente, dos semanas terrestres. Esta larga oscuridad dificulta el uso de paneles solares como fuente de energía primaria, lo que vuelve fundamental la implementación de tecnologías alternativas.
En este contexto, un reactor nuclear se presenta como la solución clave para mantener hábitats presurizados, operar excavadoras robóticas, alimentar impresoras 3D y sostener sistemas de soporte vital.
Hasta ahora, se tratará de un diseño compacto, del tipo SMR (Small Modular Reactor), específicamente diseñado para funcionar en condiciones extremas. Además, tendría una asignación de masa de menos de 15 toneladas métricas y utilizaría un sistema de conversión de energía de ciclo cerrado de Brayton, que convierte el calor en electricidad. Como la generación eléctrica será continua, se contempla la instalación de baterías que almacenen el excedente para abastecer picos de demanda.

El sistema deberá poder apagarse automáticamente frente a cualquier anomalía, incluyendo los sismos lunares. Si bien hay muchas certezas, la gestión de residuos radiactivos sigue sin una solución definitiva por parte de los investigadores. Además, deberá pesar menos de 6 toneladas métricas, una limitación estricta si se considera que también debe ser capaz de generar hasta 100 kilovatios de potencia, suficiente para abastecer unas 80 viviendas promedio. Esta combinación de alta capacidad energética y bajo peso representa un desafío significativo en términos de ingeniería. Por eso, será crucial un diseño optimizado y una integración eficiente de todos los componentes, no solo para garantizar su funcionamiento en condiciones extremas, sino también para mantener los costos dentro de límites razonables.
Este desafío se vuelve aún más relevante si se considera que el regreso del ser humano al satélite está previsto para 2027, en el marco del programa Artemisa. Algunos expertos advierten que es poco probable que esta tecnología esté completamente desarrollada y validada a tiempo.
También existen importantes desafíos económicos y regulatorios: la explotación de recursos locales, como el hielo de agua o el helio-3, podría implicar costos significativos y demandar el desarrollo de nuevas infraestructuras especializadas. A esto, se suman las incertidumbres en torno al marco legal internacional, especialmente en lo que respecta a la posibilidad de que un país establezca zonas de exclusión alrededor de sus instalaciones, lo que limitaría el acceso de otras naciones y generaría tensiones geopolíticas en el espacio.

Fuente: NASA y France24.
Fotos: NASA