Por Alfredo Martínez
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Hace 50 años, un 5 de abril de 1973, era lanzada, con rumbo a Júpiter, la sonda espacial Pioneer 11 desde Cabo Cañaveral. Un año después, el 19 de abril de 1974, durante el sobrevuelo joviano, la sonda obtuvo imágenes de la Gran Mancha Roja, observó las regiones polares y determinó la masa de uno de sus satélites, Calisto. Cinco años más tarde, el 1 de septiembre de 1979, la sonda llegó a Saturno, el sexto planeta más próximo al Sol, caracterizado por su sistema de anillos visibles. Allí descubrió dos nuevos satélites y anillos adicionales antes no conocidos.
Este programa denominado “Pioneer” (pionero) fue un conjunto de misiones espaciales no tripuladas diseñadas por la NASA para explorar planetas del sistema solar exterior entre 1958 y 1978; y desarrollado en dos series. La primera (1958-1960) fue con sondas de prueba y tuvo como objetivo alcanzar la velocidad de escape de la Tierra y estudiar la Luna. Estas fueron llevadas a cabo por la Fuerza Aérea y el Ejército de Tierra de los Estados Unidos. En tanto, la segunda serie (1965-1978) tuvo como objetivo estudiar el medio interplanetario entre Venus y la Tierra, e incluyó también la exploración de los planetas exteriores, más allá de Marte. Las sondas interplanetarias en órbita solar fueron cinco, y las destinadas al sistema solar fueron la Pioneer 10, que sobrevoló Júpiter en marzo de 1972, y la Pioneer 11, que lo hizo con Júpiter y Saturno en abril de 1973.
Por último, en 1978, se llevó a cabo la misión “Pioneer Venus”, un conjunto de dos sondas (orbitador y multisonda) denominadas Pioneer 12 y 13 destinadas a explorar el planeta conocido como el “lucero del alba”. Esta última sonda, aunque no se esperaba que ninguna de ellas sobreviviera al descenso en suelo venusiano, continuó operando hasta 45 minutos después de alcanzar su superficie. El vehículo orbitador de la misión entró en órbita de Venus en diciembre de ese año y funcionó hasta agotar su combustible. En 1992, entró en la atmósfera del planeta y se destruyó.
Trayectoria de la sonda Pioneer 11
Las sondas de los planetas exteriores, Pioneer 10 y Pioneer 11, se convirtieron en los dos primeros objetos artificiales en alcanzar la velocidad de escape que les permitió abandonar el Sistema Solar.
Cuando Pioneer 11 llegó a Saturno, tomó las primeras fotografías a corta distancia, prosiguió su ruta hacia el exterior del sistema solar y allí recabó información sobre las partículas energéticas del viento solar.
Las sondas Pioneer obtenían su energía de una fuente de isótopos radiactivos (RTG – generador termoeléctrico de radioisótopos).
Desde finales del 2020, Pioneer 11 se encuentra a unos 15.468 millones de km del Sol.
Como se hizo con las sondas Pioneer 10 y Voyager —posteriormente—, la Pioneer 11 incluye una placa sobre su estructura con un mensaje explicando el origen de la misión a una posible cultura extraterrestre.
Mensaje a bordo
Las placas de la Pioneer son un par de planchas metálicas (22,9 cm de ancho, 15,2 cm de alto, un grosor de 1,27 mm y un peso de 120 g), que fueron colocadas a bordo de las sondas espaciales Pioneer 10 y 11 con un mensaje visual. Están inscritas con símbolos que informan sobre nuestra civilización, algo así como una especie de «mensaje en una botella» astral.
Fueron diseñadas y popularizadas por los astrónomos y divulgadores científicos estadounidenses Carl Sagan y por Frank Drake.
En cada una aparece la imagen de la sonda con el único fin de dar proporción a las dos figuras humanas. A la izquierda de ellas, se representa un haz de líneas que parten radialmente desde un mismo punto de referencia: el Sol, el centro de nuestro universo. Las líneas indican la dirección de los púlsares más significativos cercanos a nuestro sistema solar, y, en cada uno, escrito en sistema de numeración binario, su secuencia de pulsos, señalando nuestra ubicación en el universo. Una civilización técnicamente avanzada, con conocimiento de los púlsares, podría, supuestamente, interpretarlas.
Fuente y fotos: NASA